martes, 30 de abril de 2024

Nada original.

 Lunes 29 Abril 2024, había acabado mi sesión diaria de Hatha yoga con la nueva esterilla regalo de un hijo mío, (lo digo para presumir de moderno sano y un tanto gilipollas). Eran las 1057. Seguí en internet con El País la comparecencia de Sánchez. Llevaba siete minutos densos minutos, aguantaba sin irme a duchar y soltó lo esperado. Ofendió a mi antigua, añorada, inteligencia, con su justificación y palabras, sepultó mi escasa memoria Como mi pensamiento está en Munich, y la vuelta, no me gustó  que el oráculo de El País hablase del rey de la remontada, las comparaciones son odiosas. Sentí pena por aquellos que se creen lo que dice y por mi mismo cierta condescendencia. No sabía que escribir. En esos momentos suelo cambiar de época, lugar, acontecimientos, tengo algunos preferidos, recurrentes. Me trasladé a la bella Sevilla, capital mundial, próspera, favorecida por su monarca, repleta de todo, gracia, diversión, vida, riquezas de Indias, pícaros y aventureros. Me trasladé a 1598  al túmulo en honor de Su Majestad Católica el rey Felipe II, sus palabras, Cervantes, últimos versos del soneto con estrambote, como muchas de las suyas, quedaron para la posteridad, no así el túmulo. El discurso de Sánchez no quedará para la posteridad.

Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."

Y luego, incontinente,
caló el chapeo, requirió la espada,
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.


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