Ya se sabe que no es casualidad perpetrar atentados cuando se aproximan elecciones; hay dos cosas que me llaman la atención: una que la magnitud del crimen puede ser incontrolada como ocurrió en Madrid en 2004, la otra es la respuesta de los diferentes electorados.
En este caso de Paris ¿A quién puede favorecer?
Quitando los socialistas que se enfrentan a otra llamada debacle, los otros tres buscan el voto indeciso; en el Reino Unido habrá elecciones pronto, porque lo de ahora es una especie de transición, el próximo gobierno culminará el Brexit.
En ambos casos observo factores comunes como la poca inspiración que producen sus políticos, sin atractivos para la gente, el fundamentalismo del ISIS amparado en los muchos musulmanes residentes junto a las grandes dimensiones de Londres y París y la desconexión con una calle confusa y preocupada de sus problemas entre varias generaciones acostumbradas a vivir holgadamente.
Las diferencias estarían en las reacciones.
A los británicos un atentado no les cambia, tienen más sentido común y no hacen el juego al enemigo, lo tienen más claro. Cuando hay muertos por violencia, bombas, armas de fuego, explosivos, detrás hay alguien con intenciones, esas intenciones son claras porque pretenden acabar con la vida de personas, simplemente porque pasen por allí y de esta forma piensan que todo el mundo tendrá miedo de pasar por algún sitio y llegará el terror, el desgobierno, el caso precipitado y las decisiones equivocadas. Son las armas de este periodo largo de paz en el sentido global, de prosperidad desconocida y de mayor miedo que nunca. Quizás tememos perder tanto.
Otros pueblos somos no se si más comprensivos, más ingenuos o simplemente pardillos. Nos las damos de tolerantes.
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