Desde Hollywood, California, de vez en cuando, como hoy, me he puesto el juicio del procés en internet mientras desayunaba. Hay que estar al día. No se trataba de una película, no es una ficción artística, es real.
Resulta curioso lo que hace la tecnología. Estaba viendo la Sala del Tribunal Supremo que impone a casi todo el mundo, imágenes que se transmiten a través de la red como no podía suceder antes. Cuantos juicios habrían podido ser seguidos por todo el mundo en otros siglos el XVI, XVII, XVIII, XIX o XX, cuando en estas tierras conquistadas y con necesidad de pedón, según el señor López Obrador, apellidos con profundo orígen Azteca y Maya. En aquellos tiempos llegaban las noticias con meses de retraso dependiendo de vientos y mares, luego radio, aviones, televisión y ahora el directo. Por lo tanto no podías ver caras, ni oír voces.
He escuchado al presidente dejar las cosas claras ante las defensas y explicarles, reiterando pasadas decisiones de la Sala, que dejen de actuar ante la galería, y mostrar su claridad de ideas, pero también he sentido la honradez, sinceridad, formas, y estilo de un guardia civil que en medio de aquel jaleo, follón, cacao, o bronca de aquellos días en Cataluña, dando sus explicaciones ante las preguntas de unos y otros. He visto y oido al testigo ante la situación que presenció y al fiscal, uno de ellos, sonreir ante su espontaneidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario