martes, 20 de octubre de 2020

Una de pipas.

Mira que he comido pipas de pequeño, la mandíbula dolía,  los labios picaban por la sal, la velocidad era increíble, de las mejores  gustadas en Belmonte, Cuenca, de la choricera, ya más mayor, comerlas en un banco (ensuciando mucho) o en un cine de verano al aire libre alcanzaba el éxtasis, no siento nostalgia por aquellos tiempos de simplezas y amigotes. Entonces, un toro bravo pronunció su epitafio en la televisión junto al negrito del África tropical, hoy anuncio racista , o vamos chicos al tostadero. Ese toro de nombre desconocido, padre semental y madre vaca brava, susurró "siento dejar este mundo sin probar pipas Facundo", no se que diría el ministro, cuyo nombre no recuerdo, que sólo recomienda cosas pacíficas. Yo me siento como ese toro, en una sociedad poco taurina, me voy sin conocer un panorama nacional de sabiduría, gente al servicio de los demás, coherencia, políticos de los cuales poder fiarme, casi todo lo que se observa te hace mover la cabeza. No he visto la moción de censura todavía sin producirse, no espero sorpresas, no creo que la eche de menos, eso si he visto ganar muchas copas de Europa fútbol y basket, no soy nada nostálgico como aquel catalán del chiste  que tuve sus más y sus menos con el gran gorila de Uganda que ya no le escribía ni telefoneaba ni enviaba emails ni whatsApps, porque hay gorilas como los humanos que son muy ingratos en cuestiones de amor u otros asuntos, no hay nada peor que el amor no correspondido. Patria, decimonónica.

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