Quizá una de las dificultades de este mundo, llamado moderno, es que tenemos como una necesidad de leer, oir, comentar, noticias, ver cosas nuevas, o eso creemos, todo es breve, es una consecuencia de la velocidad a la que transcurre nuestro momento. Ahora en verano en el hemisferio norte supongo que todo es más calmado, en espera de septiembre. El cambio de velocidad se produjo con la llegada de la capacidad wifi, coincidiendo con el aumento de la esperanza de vida, la paz inestable, los conflictos localizados, y los dispositivos portátiles. A principios de los noventa yo necesitaba un ordenador porque en un curso que realizaba se producía la transición de la máquina de escribir, mi Underwood, al ordenador, lento, mamotreto, pero ordenador. No tenía fondos para uno, ni a plazos, había otras prioridades en casa; me ayudó totalmente una hermana mía; en su lugar de trabajo usaban McKintosh de Apple, con Windows, todo en plena lucha de Jobs, todo incompatible. Era un número hacer mis trabajos porque todos mis compañeros estaban con Bill Gates aunque se observaban las grandes aportaciones de la manzanita que no se colgaba nada; me tenía que recorrer Madrid de un lado para otro, no tenía margen de error, mi borrador tenía que ser el bueno, hacer los trabajos con estas nuevas máquinas que desconocía suponía un reto añadido. Llegó el siglo XXI todos se aceleró, no ha llegado la tranquilidad, nos saturan.
jueves, 29 de julio de 2021
Saturación.
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