El pueblo judío me ha llamado siempre la atención, ellos mantuvieron a lo largo de siglos el espíritu de pueblo elegido que debía conservarse contra viento y marea en medio de su esclavitud, ausencia de una tierra propia y hostilidad por muchos, que también ellos fomentaban por creerse especiales en esa relación/elección, su vida era frágil como la del violinista en el tejado; aún así seguían porque creían. Si hay algo que caracteriza al mundo que vivimos es la sensación de vivir como paseándote permanentemente por un alambre, ya sabemos que lo peor que le puede pasar a un funambulista es que se caiga de determinada altura y se mate, a partir de cierto número de metros da igual; si se practica con red o unos cables no tiene la misma gracia. Los peligros que nos rodean son múltiples, últimamente andamos distraídos por la covid, la guerra en Ucrania pensando en el pueblo ucraniano, otros virus que surjan, el cambio climático con inundaciones o subidas del nivel del mar; cualquier enfermedad o tragedia que muestre nuestra naturaleza nos desequilibra como una ráfaga de viento al de la foto. Pensaba hoy en aquellos que de verdad saben como se cuecen los asuntos ya sea porque son sabios o por su posición o ambas cosas; el científico que ve mucho más que los demás, el millonario de billones, el que maneja políticos. También me acordaba de aquellos que investigan en cuestiones que difícilmente se pueden demostrar que implican fe y sin embargo su propia fe se puede destruir haciéndose preguntas. Mejor no preguntar ¿no?
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