jueves, 30 de octubre de 2014

Guerras no tan Púnicas como en Chicago.

Al parecer así se llama una operación contra la corrupción. 
El nombre nos remonta a otros tiempos, a Roma y Cartago,  Aníbal y los Escipiones, a Hispania como base de operaciones en la búsqueda del poder, la conquista, la gloria y el dominio del Mediterráneo. 
Ahora el habitante de esta zona es más listillo, desde luego nada de arriesgar la vida, ni de matarse por honor. La gloria se alcanza a través de la política y el ladrillo, tu construyes, yo recalifico. La inmortalización para la posteridad se consigue por la serie de televisión Crematorio y no por el premiado film Gladiator. En resumen no hay nada de glamour sino bastante choricerío o chorizos que no son ibéricos.
En aquella Roma, república ambiciosa, había también mucha corrupción, como en el único imperio actual, los USA, y supongo que en China o Rusia. La corrupción tiene un significado asociado a la muerte, a la degeneración o descomposición de la naturaleza. La corrupción no entiende de ideales ni espíritus, la corrupción se asocia al hedonismo y a todo lo perecedero, la corrupción no entiende de inocencias.
Lo curioso es que si tiene vacunas, no sucede como con el ébola que asola parte de África. La corrupción se vacuna por medio de la educación y se controla por las leyes y la justicia. Alfonso Capone y sus asociados representaban la corrupción en Chicago y todo el mundo lo sabía, pero claro Capone pensaba que incluso cuando le perseguían por impuestos algún juez se podría corromper. Esas prácticas tan habituales de enriquecerse con sobres y ladrillos es imposible que no las conociesen mucha gente. Es imposible que esos políticos que "deciden" no conociesen el principio de la conservación de la energía. 
El problema es que salpica a unos y otros, a muchos por distintos motivos y cuesta la limpieza, pero al fin y al cabo es lo que pasa con la mierda, que salpica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario