Eterno dilema, de esos que todos los humanos tienen, que es sencillo o muy complicado de resolver. Creer lo que no ves, lo que no puedes comprender, lo inexplicable.
Se nos ha ido Stephen Hawking, con 76 años. Esta reflexión es oportuna, a él, como prestigioso hombre de ciencia, se lo preguntaron muchas veces. Se nos fue un tipo que ha sufrido el ELA, en su cuerpo, durante más de cincuenta años, con todas las limitaciones y dificultades que eso implica. No se lo que hubiese logrado de poder haber disfrutado de una vida sin esa enfermedad y haber fallecido a la misma edad de un infarto fulminante. Es, sin duda, un ejemplo en muchos aspectos de su existencia y se le recordará por su contribución científica sobre todo. Tuvo siempre muy buena acogida en los medios, con película de candidata a premios, incluida, un científico estrella.
Aunque no creo en los premios, fue muy reconocido, laureado y no recibió el premio Nobel, que muchos grandes tampoco han recibido, ya que, al parecer, hay que corroborar sus teorías.
Declarado ateo. " Dios no existe. Los milagros son incompatibles con la ciencia. Antes se entiende que se hablase de Dios, porque se desconocían las respuestas a muchas cuestiones, ahora no tiene sentido. No hacía falta un dios para crear el universo.". Estas son palabras suyas.
Sobre la muerte pensaba que es el fin, como el "De rerum natura", de Lucrecio. Siempre me ha llamado la atención una simpleza como que los más sabios mueren igual que los más ignorantes, porque en efecto esa es la naturaleza de las cosas, de los seres vivos, somos finitos. Una puerta se cierra, al igual que el ataúd o los ojos. El ordenador se apaga como decía Hawking.
Y ahí nos quedamos, nadie ha vuelto para decirnos lo contrario. Hay que creérselo. Es cuestión de sentirlo. Para una mentalidad puramente científica es complicado.
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