Aquel sabio, conocido como Aristóteles, llegó a sus conclusiones- erróneas o verdaderas- a fuerza de pensar, hacerse preguntas y observar al ser humano, sus reacciones, amores y fobias, sus necesidades y en general la multitud de factores que afectan a su condición. Entre otros muchos logros, definió la demagogia como "una forma corrupta de la democracia". En esa Grecia clásica, en ese siglo de Pericles los seres humanos progresaron y nos dejaron muchos legados, también fueron decayendo, equivocándose o simplemente fueron víctimas de ellos mismos. El caso es que ese Aristóteles-que no era infalible- vió que el sistema democrático, como lo entendía, generaba unos enemigos llamados demagogos
Lo curioso es el éxito que tenían y tienen.
Sabemos que los demagogos utilizan las emociones del público, sus miedos y esperanzas, se usa la desinformación, la retórica y la falacia, cualquier herramienta que funcione. En el fondo somos receptivos a cualquier palabra que suene bien a los oídos, no reflexionamos. Estamos deseando ser buenos. Hay mucho sufrimiento en mucha gente, emigrantes sin papeles, personas en paro, se aprovechan de las ilusiones o ignorancia, quizá una mezcla de factores. La demagogia es un concepto del mundo clásico y el demagogo es un adulador del pueblo, según el pensamiento de Aristóteles.
Me pregunto si los demagogos son escuchados con tanto éxito simplemente porque la gente necesita zanahorias que le ayuden a vivir.
Hay también periodistas, políticos profesionales, aspirantes a diputados, senadores o cualquier cargo público, que dicen creerse lo que dicen, en sus exposiciones, argumentos sin soluciones o mezcla confusa de reclamaciones, quejas, peticiones y medidas muchas veces contradictorias. El demagogo es peligroso, el que dice que se cree lo que expone siendo demagogo se me antoja más peligroso todavía y este tipo funciona, prolifera en medios y redes.
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