domingo, 4 de marzo de 2018

Oscars, Hollywood, sueños sin inocencia.

La ceremonia de Hollywood se esperaba porque la gente mira allí como una antorcha que atrae sin poder evitarse; no es sólo el dinero en juego-que también-, son, sobre todo, las apariencias. Incluso el glamour sin naturalidad es apariencia. 
Que pena aquellos tiempos cuando Charlie Chaplin llegó con su maleta casi vacía,  a un casi desierto, donde se podían hacer películas y soñar, el mismo entendió muy pronto lo que vale un dólar, un millón de dólares.
No creo en los premios, son muy humanos, hechos por humanos y repletos de las virtudes y defectos de esta raza. Y eso que ayer triunfé, al parecer, en las apuestas familiares sobre los ganadores. 
Los Oscars empezaron como saben en un cena, fumando y bebiendo como cosacos de Hollywood.. Como anécdota, a Claudette Colbert en 1935 le pararon su tren, desembarcó,  y volvió al Roosevelt Hotel a recogerlo por su papel en "It happened one night". Todo muy familiar. Luego hubo que dar uno cada año y muchos brillante artistas se quedaron sin la estatuilla. Hoy es símbolo de triunfo, de apariencias.
Ahora, desde que la televisión retransmite en directo la gala, todo cuenta. Lo que más el tiempo y cómo bromear sobre la llamada actualidad/sensibilidad política del momento, es decir, el presidente Trump, las armas y el acoso a las mujeres, histórico y presente en Hollywood, con y sin secretos. Presentar los Oscars no es nada fácil hay muy pocos que se atrevan. Jimmy Kimmel  hizo un chiste inicial sobre la estatuilla que refleja ingenio y capacidad y deja a los hombres-sexo masculino- en un lugar indefinido donde no estoy seguro si tener pene se puede convertir en un obstáculo, que no seamos capaces de superar. Quedan años, muchos, para observar la tendencia.
No puede volver a Hollywood la inocencia perdida, los sueños continuarán porque la magia del cine  es lo que mantiene a los artistas, el resto son apariencias.

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