Hoy es Viernes Santo en la iglesia católica y otras creencias cristianas. Según la tradición ese día, exactamente sin determinar de qué mes y año, murió crucificado, en un montículo próximo a la muralla de Jerusalén, un reo condenado a muerte por el procurador romano sin pruebas contundentes de su culpabilidad. Pilato fue real, existió.
He leído estos días a estudiosos que argumentan, defienden, sentencian que Yeshúa de Nazareth no existió ni como personaje histórico, que no hay evidencias-como en el caso de otros contemporáneos suyos- y que Evangelios, Cartas de San Pablo u otro textos, donde se habla de él, son frutos posteriores de sus seguidores para justificar y crear una religión. Tampoco encuentran pruebas arqueológicas sobre él.
Asimismo, existe el síndrome de Jerusalén, y allí lo tratan los doctores, porque hay visitantes que se comportan de forma extraña al contactar con esa piedras y ese aire-normalmente ya vienen con antecedentes psiquiátricos de su país de orígen- y desvarían en sus actos y palabras.
Y luego está la gente que dice que el mensaje de ese Yeshúa es muy atractivo, que sería fantástico que el mundo cambiase y le hiciesen caso, que no hay nada personal contra él. Hay algunos que dicen creer. Prácticamente es todo igual a lo que Yeshúa vivió, no le escucharon, le abandonaron todos y eso que pudieron oírle y verle cara a cara.
Charlton Heston, como Judah Ben Hur, ve al actor que hace de Yeshúa un par de veces en la película de W. Wyler, un actor, cantante, nacido en Oakland-cuya cara no aparece en la película- al darle agua antes de las galeras y al devolverle el favor Ben Hur en el traslado de la cruz, el resto es actuación y la cara y ojos de Heston.
Cuando vuelve de madrugada, después de la crucifixión cuenta impresionado lo que los Evangelios citan como: "Perdónalos, porque no saben lo que hacen".
Menudo personaje que antes de morir pide el perdón a lo que le han hecho sufrir de esa manera. Si no hubiese, históricamente existido, sería una lástima.
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