No soy para nada de recompensas, honores, medallas. hay muchas, se conceden con reglamentos, algunas tras un juicio contradictorio como la Laureada, palabras mayores. Hay quienes, siendo merecedores, que se quedan sin recompensas supongo que tamnbién los hay trepas, falsos. Un libro Once an eagle, (1968), muy apreciado en West Point, hablaba de esto, hasta convertirse los apellidos de los protagonistas en definiciones de personalidad, buenas o perversas actuaciones militares.
Voy a contar una historia. En la famosa serie The West Wing (A. Sorkin), el presidente de ficción, demócrata, premio Nobel de Economía, profesor, gobernador, una mezcla de JFK, FDR y Jefferson, más un toque de Lincoln como guinda, está en sus primeras navidades, en 1999, nunca habrá un presidente como éĺ en la realidad. Un homeless de D.C. muere de frío en la calle, solo, abandonado. La policía encuentra una tarjeta de visita del jefe de comunicaciones de la casa Blanca, un judío brillante que se la había dejado en el abrigo que donó a caridad. Lo aclara con la autoridad. Es Navidad, árbol, villancicos, investiga el hebreo al fallecido. Resultó ser cabo de los Infantes de Marina, USMC , en Korea. condecorado con un purple heart, herido grave en combate. El jefe de comunicaciones, hombre poderoso, solicita un funeral en Arlington en nombre de su jefe sin decirle nada. Invita a otros dos homeless de la zona, uno hermano del fallecido, un tanto corto en sus apreciaciones. Los marines le rinden los honores de ordenanza en estos casos. El presidente se entera, todo lo sabe, calla satisfecho aunque usasen su nombre. Su eficaz secretaria personal, dos hijos, gemelos, muertos ambos en Vietnam en combate, se apunta a la emocionante ceremonia. Suenan las descargas, pliegan la bandera con ternura, se la entregan al hermano de cortas luces. Un homenaje justo, sentido, auténtico por dos personas que nunca le conocieron porque le correspondía en justicia. Al final, hay justicia, no quedan impunes nuestros actos: si así lo hacéis la patria os lo agradecerá y premiará, sino mereceréis su castigo y su desprecio como indignos hijos de ella. Esta claro aquí también, en inglés y en castellano.
Voy a contar una historia. En la famosa serie The West Wing (A. Sorkin), el presidente de ficción, demócrata, premio Nobel de Economía, profesor, gobernador, una mezcla de JFK, FDR y Jefferson, más un toque de Lincoln como guinda, está en sus primeras navidades, en 1999, nunca habrá un presidente como éĺ en la realidad. Un homeless de D.C. muere de frío en la calle, solo, abandonado. La policía encuentra una tarjeta de visita del jefe de comunicaciones de la casa Blanca, un judío brillante que se la había dejado en el abrigo que donó a caridad. Lo aclara con la autoridad. Es Navidad, árbol, villancicos, investiga el hebreo al fallecido. Resultó ser cabo de los Infantes de Marina, USMC , en Korea. condecorado con un purple heart, herido grave en combate. El jefe de comunicaciones, hombre poderoso, solicita un funeral en Arlington en nombre de su jefe sin decirle nada. Invita a otros dos homeless de la zona, uno hermano del fallecido, un tanto corto en sus apreciaciones. Los marines le rinden los honores de ordenanza en estos casos. El presidente se entera, todo lo sabe, calla satisfecho aunque usasen su nombre. Su eficaz secretaria personal, dos hijos, gemelos, muertos ambos en Vietnam en combate, se apunta a la emocionante ceremonia. Suenan las descargas, pliegan la bandera con ternura, se la entregan al hermano de cortas luces. Un homenaje justo, sentido, auténtico por dos personas que nunca le conocieron porque le correspondía en justicia. Al final, hay justicia, no quedan impunes nuestros actos: si así lo hacéis la patria os lo agradecerá y premiará, sino mereceréis su castigo y su desprecio como indignos hijos de ella. Esta claro aquí también, en inglés y en castellano.
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