viernes, 3 de abril de 2015

La muerte en la cruz.

El Viernes Santo, en el mundo cristiano de costumbres y tradiciones, es un día triste. 
Aquel Jesús de Nazareth que no había hecho ningún mal, fue llevado de un lado para otro. Primero le arrestaron en un huerto, de noche mientras sus amigos dormían; la acusación no estaba nada clara, las intenciones si. Su presencia era incómoda para los que movían los hilos de la política hebrea, que no eran ni los romanos invasores ni el corrupto/marioneta Herodes. 
El acusado Jesús había cometido el gran error de proclamarse el Mesías; sus milagros, curaciones y resurrecciones incomodaban; lo que predicaba no gustaba a los dirigentes; el pueblo llano le seguía; cantaba las cuarenta a cualquiera ante la falsedad y las conductas indignas. Ayudaba a los que lo necesitaban, no tenía dinero ni bienes. Decían de Él, que era un hombre bueno. Y Pilatos, sin entender bien esas cosas de los judíos locales, le condenó a muerte y muerte de cruz, como dice san Pablo, lo peor.
Su agonía probablemente duró tres horas, las finales; anduvo medio kilómetro con un madero y le clavaron en él, se fue desangrando, ahogando, consciente de lo que le pasaba y algo dijo antes de morir.
Habló de su madre, de perdonar a sus verdugos, de un Padre que le abandonaba, de sed, del Paraíso a un ladrón colega de sufrimiento, de que todo se había consumado y de su espíritu, el cual entregaba a su Padre.
No sabemos lo que se debe sufrir en esas condiciones. La gente que se muere, y más si es a través de un castigo tan severo, no pronuncia discursos, seguramente concentran sus fuerzas y esfuerzos en que les duela menos y aguantar como pueden.
Para los romanos ejecutores un condenado más en un mundo absurdo, aunque este reo demostró mucha dignidad, los soldados saben distinguir la dignidad ante la muerte. Para los judíos instigadores, misión cumplida; para los judíos ordinarios perplejidad; para sus amigos pena, desolación y desgarro. Lo curioso es que las Sagradas Escrituras del pueblo hebreo se habían cumplido.
Llegó la oscuridad y la incertidumbre y luego la resurrección que todo lo cambia, aunque eso es una cuestión de fe.
Deo grazie.

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