domingo, 30 de julio de 2017

Camino de las Cicládes.

En medio del calor me voy en busca del viento y cuesta llegar. Los aeropuertos, el de Madrid, al menos,  a tope; el de Atenas, Venizelos, construido por los odiados alemanes para los Juegos Olímpicos que crearon mayores deudas, no es tan moderno, tan bien diseñado.
Es curioso, pero son de la misma época y es que no todo es igual en la Desunión Europea.
Al final entre "Efjaristo, Parakaló y el Kalispera o Kalimera" de turno llegó a Pireos. 
Mi pronunciación en griego moderno es bastante buena, modestia obliga, y me mete en apuros a la hora de continuar.
Ese puerto histórico lleno de ferries y movimiento no para, y está en obras, los turistas se mueven entre socavones y un caos organizado. Me espera un hotel, cuyo nombre prometo no dar, que es de lo peor que he visitado en mi vida. Está a tres minutos de mi ferry que sale a las 0725 en punto y repleto de griegos y foráneos. Esta vez veo mucho oriental de la gran China, Japón y esos países que deben ver la ruinas de la Acrópolis como algo realmente exótico.
Me tendré que levanta a las seis cuando ya el sol está arriba; amenaza lluvia, cosa rara. Doy una vuelta en busca de la mar y el viento que sopla flojito entre nubes y bochorno. Me enfrento a una greek salad, calmares buenos, patatas fritas y una cerveza Mythos.
¿ Qué mas se le puede pedir a la vida?
Soy un turista más. Los de las Españas no caemos mal en general por aquí, tampoco muy bien, te hablan del Madrid y el equipo de Messi, los taxistas comparan a Xipras con el líder de Podemos y yo creo que nos parecemos a ellos más que a los italianos.
Mañana a navegar...en ferry.

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