Llegó la lluvia a London, no podía ser de otra forma.
El parque cercano está mojado y los lejanos también, todo está húmedo, todo muy inglés. Los pubs abren sus puertas siempre de par en par. La biblioteca del barrio es un lugar ideal donde guarecerse de las inclemencias. Allí hay libros, cuentos, allí se pueden contar historias fabricarlas. Claro que me encontré un libro de viajes, no barato, de 2010 sobre lo que un turista británico puede esperar en España y sobre todo es flamenco, paella y siesta. Seguimos como casi siempre.
Me puse a contar una historia imaginaria sobre John Ford, americano de raíces y gustos irlandeses (para fastidiar) y que quería hacer una película del Far West ( cosa no muy rara) y pretendia que el héroe fuese Gary Cooper.
Ford nunca hizo una peli del Oeste, ni de otro género, con Mr. Cooper. Mr. Ford tenía suficiente con Wayne. En parte es comprensible, Wayne tiene más aire de irlandés tosco y pelón que Cooper.en The Quiet man, Cooper no podría haber sido el exboxeador que regresa a la verde Irlanda a comprar una casa y retirarse en el pub del pueblo. Cooper tenía una estilo, gracia, porte, andares, todo natural y además era buen tío. Más el tipo fino de la City en London que el irlandés de taberna que da azotes a las chicas en una isla de la Polinesia Francesa.
Hoy todo eso sería inadmisible y seguramente el azote MeToo denunciaría a Mr. Ford por malos tratos, claro que no se bien si Cooper se libraría como otras muchas estrellas de la época dorada, de cualquier tiempo pasado fue menos malo. En mi discurso decidí que no hubiese heroina al lado de Cooper que luego todo se sabe.
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