viernes, 11 de mayo de 2018

Eurovisión, Instagram, zozobra.

Llega un boda, otra boda. Veo que se casa alguien próximo a la reina de England, un nieto, con una actriz que me parecía muy floja en una serie que me parecía muy repetitiva. Que sean felices. Me cuesta digerir que sea algo relevante.
Llega otro candidato a la Generalitat, no se si es títere (toreo no creo) y puede que le nombren como hombre de paja. Al parecer Puigdemont no deja que su ex despacho, una sala capitular también, lo toque nadie. Debe pensar que es suyo para siempre jamás. Que le elijan, me cuesta pensar que sirva para algo. Es tal el despropósito, con propósito, del independentismo en Cataluña que mañana elegirán a Guardiola, o X. Hernández, depende de los fichajes.
Llega Eurovisión, no veo esas cosas, la última vez fue con Massiel. Que gane Australia que también participa.
Llega una manada, llega un explosión de feminismo que se quiere postular como partido político, los medios encantados (sin controlar lo que se puede desmandar). Llegan protestas mezcladas con frases sin sentido, entre recriminaciones a jueces, justas reivindicaciones y terminología populista confusa y demagógica. Hay que revisar lo revisable, actualizar y tomar medidas.
Llega una foto en Instagram, o miles de fotos, llegan seguidores de una celebrity que no sabes porqué lo es, no entiendes su contribución. A veces es cantante, actriz, presentadora o nada, modelo casi todas o ligón, modelo también, actor flojo. Que siga así, el tiempo pondrá a cada uno en su sitio.
Es casi seguro que en medio de tanta superficialidad hay alguien, en algún lugar del mundo, pensando con un corazón fuerte, un espíritu sano y talento en como mejorar la vida de las personas o simplemente en que su vida valga la pena. Esta persona no tiene porqué ser joven, puede que haya fracasado y lo que pretenda es levantarse, no rendirse, continuar luchando el tiempo que le quede, hacer algo que le llene y valga la pena. Ser coherente cuesta.

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