La primavera anda revuelta, como siempre, conviene que llueva de verdad y las tormentas, aunque puedan chafar alguna corrida de San isidro, tienen su olor, aroma y gusto del albero mojado.
No somos un país de grandes políticos o políticas, de saber hacer política, por mucho que cambien los nombres los partidos. Es curioso que empiece otra campaña electoral, autonómicas y municipales, seamos el mismo pueblo, misma gente, las encuestas del CIS (que acertó el 28A) varien y el discurso siga siendo vacío de contenido.
También un cineasta como Carlos Saura da un titular sobre otra guerra civil, quiere decir que entraríamos en el siglo XXII con lo mismo. La verdad, duele confesarlo, es que la fecha de 1850, por no irnos más atrás, está a 169 años de nuestros días y no avanzamos. ¿No avanzamos en realidad o es la típica levantada pesimista?
Me gustaría poder preguntárselo a don Alfredo Pérez Rubalcaba, recuperado, que está hospitalizado y por las no noticias, o gestos, de esos políticos, en situación muy cercana al final. Siempre me pareció un hombre inteligente, político de gestión y experiencia de servicio, con sus limitaciones propias de la condición humana, honesto, alumno del Pilar y madridista. Sobre todo capaz de distinguir lo principal de lo accesorio, no llegó a ganar unas elecciones y sabía algo de como se cocían los asuntos, como funcionaban las personas. Procuró no decir mucho de lo que pensaba del líder actual del PSOE por no hacer daño a sus compañeros. Ese candidato que ahora es presidente elegido que está en conversaciones para formar gobierno y al cual cuesta entender, debido, en mi caso, a mi ignorancia y la profundidad de sus conocimientos e ideas. Aceptó la derrota don Alfredo, como aceptaría un mal año del Madrid. Lo malo es que lo que está en juego no son tres puntos u otro campeonato, es el futuro incierto de todos.
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