sábado, 27 de marzo de 2021

Domingo de Ramos.

Nací un domingo de Ramos, lo confieso, eso si en el mes de abril, más bonito que marzo, aunque opinable. La Semana Santa cae en marzo o abril. Este año será distinta en cuanto a todos los acontecimientos que llevan consigo aglomeraciones, como el año pasado, lo esencial continúa. De pequeño me gustaba ir a la misa con la bendición de las palmas, los vendedores ambulantes vendían estampas de la pasión, casi como cromos de colores, que compensaban la falta de plataformas de streaming para ver películas de romanos. A esa edad, con la inocencia todavía en el zurrón había algo más, el domingo de Ramos me producía tristeza; en ocasiones se nublaba el día, hacía fresco, se  avecinaban tormentas, Madrid parecía más tranquilo. Me daba rabia saber que en Jesusalen recibían al Nazareno con palmas, alfombras de flores, gritos de júbilo, luego le iban a vender, prender y crucificar sin comprender qué mal había hecho ese santo de Dios. En mi vida he procurado leer sobre el Jesús histórico de los llamados estudiosos, las mentes preclaras, católicos, cristianos, agnósticos o ateos, Escrituras, Tradición, todas las ciencias, arqueología, la conjunción de Júpiter y Saturno en el año 747 de la fundación de Roma; los datos principales son escasos y aproximados sobre ese campesino llamado Jeshua, galileo, judío de religión, se expresaba en arameo: nacimiento quizá en Nazaret en el 7/6 a.C.; bautizado por Juan, que empezó a hacerlo en el año 15 de Tiberio; en el 27 d.C. o principios del 28; comienza a predicar en el 28, por dos años y algunos meses; arrestado en la madrugada del 6/7 abril año 30 d.C.; muere el 7 de abril a los 36 años de edad. Herodes el Grande murió el año 4 a.C., el prefecto romano en la muerte de Jeshua era Poncio Pilatos; la fiesta de la Pascua judía, el año de su muerte coincidió con el Sabbath. Poco más hay, da igual, lo importante es  cuestión de fe, la fe es obscuridad y luz, en esa luz todo cambia en siete días, los más intensos del género humano y me doy cuenta que el zurrón de niño sigue ahí con un regalo inmerecido.

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