jueves, 17 de marzo de 2016

Un santo.

Una vez en una discusion reciente con un amigo de profunda fe, practicante catolico e incluso activista de los que creen en su verdad me dijo que si el Papa canonizaba a alguien debia creerse que era  un hecho cierto.
Acababan de canonizar a un sacerdote que fundo una Prefectura, alla por los cuarenta en plena Guerra Mundial.
Se puede decir que era un varon subido a los altares en un rapido proceso y con influencia en el Vaticano. Me sentia incapaz de jugar sus meritos. Otros santos, o fundadores de Ordenes religiosas de gran trascendencia, habian vivido siglos atras y todas las referencias encontradas provenian de lecturas, probablemente interesadas. Aunque San Ignacio, el de Loyola, me pareciese un hombre de santidad como Javier, San Francisco de Asis, Santo Domingo y muchos otros, yo no Los habia conocido, escuchado, no vivido, todo eran referencias arenas.
Me basaba en mi argumentacion en mis sentimientos sobre todo, en mis tripas, en al idea de la santidad ( que no es heroica y puntual), la de todos las dias.
A veces conoces a alguien sencillo, gente normal, hombre o mujer; sabes de su vida, obras, sientes su personalidad y te paerece que es digna de santidad.
Otros venerados no te inspiran nada y al parecer lo son.
El genial don Luis Sanchez Polack escribio un libro de humor, Santos Varones, pero eran todos ficticios.

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