jueves, 2 de abril de 2020

El mercader de Venecia (XX día encierro)

Ya me gustaría  a mi saber de Shakespeare, conocer sus palabras, saborear su magia, no llegar a citarle como suelen muchos afectados sajones, o babosos, para intentar progresar en el escalafón de las vanidades. Don Juan Varela fue "coñeado" por el público al españolizar el apellido del bardo inglés y continuo su discurso en ese idioma, para despiste, estupefación, del personal, ante la ausencia de traducción simultanea. Claro que don Juan se expresaba en varios idiomas, gozaba de amplia cultura, y aquella cámara Alta no contaba con los elementos actuales, ni covid-19. Es decir no hacían su trabajo telematicamente. Donde va a parar con los senadores y diputados actuales, otro nivel.
"El mercader de Venecia", 1597, me intrigó siempre, no por sus versos, los más impactantes (traducidos, perdón Shakespeare) : "Si nos pinchas, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Y si nos equivocas, ¿no nos vengaremos?"...
No me cautivó por las habilidades de los personajes, lo moderno de su comportamiento, la inteligencia de las mujeres, la torpeza de los hombres, el racismo, la religión, el humor de casi todos, menos Shylock. El hebreo veneciano no es bien tratado, él es usurero, despreciado, utilizado cuando conviene. No es tonto Shylock, Portia es mucho más lista y capaz. A mi, creo que en un Estudio Uno, me dejó patidifuso la cuestión de una libra de carne planteada en el contrato de los 3.000 ducados y la habilidad de Portia, disfrazada del abogado Balthazar, para exigir que no hubiese ni una gota de sangre. Shakespeare, como Lope, Cervantes, los nuestros, daba la talla. No sólo con sus versos, sino con su destreza para llegar a los vericuetos del ser humano, ellas y ellos, ellas magníficas.
Qué hermosa forma tiene Shylock de decir que es un ser humano como los ciudadanos españoles, todas y todos. Y el ser humano es capaz de lo mejor y lo peor.

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