miércoles, 8 de abril de 2020

Romanada (XXVI día encierro)

Mi santa madre me decía :"tres jueves hay en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Chritie y el jueves de la Ascensión". Recuerdo estar con mis amigos, adolescente, en Jueves Santo, mal sentado en un banco público comiendo pipas, se acercaba la hora de comer, en casa de mis padres se almorzaba más tarde que en la mía de ahora, donde somos más europeos, aunque lo de la Desunión Europea es largo, complicado. En Jueves Santo, marzo o abril, el cielo parecía cambiar, oscurecerse, en ocasiones refrescaba, saltaba el viento, desapacible. Madrid perdía gente en Semana Santa no tanta como últimamente con morgues de hielo, menos playa, casa de campo, segunda vivenda, el españolito  de entonces se conformaba con pagar la primera. Mis amigos, yo, pensábamos que a partir de las 3 de la tarde no se podía cantar, lo del pecado, el tipo de pecado no lo teníamos muy claro. De todas formas no sabíamos cantar muy bien, sólo se nos ocurrían canciones de moda, grupos sajones o hispánicos que prometían. En los cines ponían películas de Semana Santa, sesión doble, continuas, muchas romanadas, tribunos, centuriones, también podían servir. En la tv nada. Rey de Reyes mostraba la cara del Maestro, que era el actor Jeffrey Hunter, rodada en España producida por Samuel Bronson, muy moderna. Yo quería ver la de Pasolini que era de Arte y Ensayo. El Evangelio según San Mateo. No la había filmado en Palestina como pretendía. Se la dedicó a Juan XXIII, papa santo hoy. Pasolini fue hombre de gran sensiblidad, artsita. Yo no sabía entonces de los sinópticos, oía que Pasolini era comunista, no eurocomunista, que consideraba a San Mateo algo así, revolucionario. Todo se mezclaba, se sigue mezclando. Pienso que era un hombre honesto, atormentado, con contradicciones. Me habían enseñado que el Maestro vino a redimir a todos, concentrándose en los más necesitados espiritual y materialmente.
Recorríamos las estaciones, muchas iglesias disponibles en el barrio, Agustinos, Oblatos, Dominicos de Claudio Coelllo, Jesuitas de Maldonado, Pilar de Juan Bravo, XII Apóstoles de Velázquez, El Loreto de, entonces, General Mola.  Allí había muchas chicas guapas, protegidas por sus padres, siempre quedaba una mirada, una ilusión, me despistaban. Permanece en mi el olor a incienso, velas, la sensación de algo que ocurrió lejos y cerca, más cerca de lo que pensamos.

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