domingo, 28 de febrero de 2021

Siempre hay de qué reir.

Los políticos profesionales son actores, generalmente malos o del montón, sin categoría de secundarios de lujo, sin llegar a lo que se llama actores de carácter, lejos de las grandes estrellas que no se sabe porque brillan, uno desconoce que escuela han frecuentado quizá la de la vida, supervivencia, envidias, ausencia de dignidad y lo que hay que tener. Quizá la culpa no es de ellos, o no toda, el público los ciudadanos eligen, votan , aplauden, otorgan con sus silencios, por distintas razones que van desde la fidelidad a un partido que representan hasta la ignorancia e incapacidad para juzgar; no creo que sea una cuestión hispana, ni la culpa de nuestro pasado más reciente, nuestro carácter, idiosincrasia, pero realmente el nivel es bajo. Tenemos buenos actores en nuestras tablas, algunos grandes, no muchos, hemos perdido hasta la representación de nuestros clásicos o cualquier buen teatro por otros entretenimientos. No siempre fué así, Madrid mismo estaba lleno de teatros no hace tanto, la TVE de blanco y negro me ayudaba a conocer con aquel Estudio 1 o el programa infantil con los Tres mosqueteros, Robin Hood o Veinte mil leguas, de Verne, en un derroche de imaginación sin efectos especiales para construir el Nautilus.  Esperas el milagro pero se impone una frase muy habitual en inglés Business as usual, utilizada en muchas ocasiones letreros, periódicos, situaciones, vuelta a la normalidad, a lo de siempre,  o como decía J. Iglesias sin saber cantar, pero con mucho éxito y pasta gansa, La vida sigue igual.

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