En Paris, post atentados, necesitada de buenas noticias, hay un acuerdo que anuncian los políticos implicados como un regalo de las fiestas navideñas; lo cierto es que no son unos Reyes Magos ni hacen magia, no hay camellos.
Si se lee lo que dicen los científicos, los expertos, no vamos a un escenario muy recomendable; si se contempla a las Españas con los ojos de una generación se siente que hace más calor, los inviernos son menos duro, llueve de pronto mucho o no llueve, no nieva en las ciudades y cambia el paisaje, de forma que cada vez nos parecemos más a nuestros vecinos del Norte de África. En las zonas de hielos los glaciares se derriten y el nivel del mar sube.
El agua principio de la vida orgánica nos puede dejar secos o inundarnos si no equilibramos este planeta desigual.
No me fió del secretario general de las Naciones Unidas, que por otra parte es una persona de excelente sueldo y ningún poder, como sus predecesores; no me fió de un acuerdo que luego no puede ser ejecutado si los que deben hacerlo no cumplen; no me fió de los intereses económicos ni de las capacidad para controlar a China o India; lo de la buena voluntad es un deseo no un hecho
En resumen expectante y quizás pesimista.
Hemos dependido del petróleo demasiado tiempo, parece como si en el siglo XX pasado el oro negro de Tintín dictase las acciones y grandes decisiones de los responsables de las naciones.
Me gustaría pensar en lo que supondría una energía alternativa, diferente, a la que producen los restos fósiles de los dinosaurios tratados por la madre naturaleza a través de los siglos. Eso podría ser la revolución del XXI.
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