martes, 29 de diciembre de 2015

Pantagruel cae derrotado.

El otro día, una señora, en su plenitud como dicen ahora, me explicaba que por fin se habían rateado de celebrar las Fiestas  en familia, o sea que con mentirijillas a las once daban por finalizada la cena y creo que padres e hijos, sin nueras o yernos, se fueron al sobre con independencia.
No quisieron ir a ninguna cena familiar ni ponerse a cocinar para un grupo de parientes, con sobrinitos incluidos que manchan todo y comen muy mal, hacen mucho ruido y no tienen gracia.
Nosotros, los hispanos, somos muy familiares, como somos de achuchón, palmada en la espalda y acogida calurosa.
En las Españas hay cena-comida copiosas varios días y el personal (y eso  que dicen que el hambre no se ha extinguido) se muestra agotado por las esquinas , consumido, víctima de duras digestiones y algún ardor guerrero más que otro. 
Además dicen que en estas fiestas aumenta la actividad sexual, desconozco los resultados y franjas de edades que cubre.
Hay un pueblecito en la isla de Naxos, del archipiélago de las Cicladas y un valle que a mi me parece bíblico, no se como será  la Navidad allí; sus tortillas son estupendas pero en el mes de diciembre puede hacer frío sobre todo si sopla el viento del norte; en verano te proteges del sol, corre la brisa del norte y hay paz; en diciembre la paz debe ser absoluta.
Repasaba yo donde he pasado la Navidad; recuerdo Río de Janeiro, Buenos Aires, Las Palmas, Palma de Mallorca, Mississippi, Santo Domingo, en algún sitio en el Mediterráneo, New Tork, Toronto, Suiza, Estambul..., más o menos con mi soledad. 
Luego en varias capitales europeas y algún pueblo maravilloso.
Suena muy exótico supongo, pero en mi corazón busco la paz de Naxos como esa señora la de su cama tranquilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario