El pasado está ahí, a veces reciente otras remoto; encierra un mundo fascinante donde investigar y sumergirse con nobles intenciones en busca de respuestas mágicas y salvadoras.
No todo el mundo puede presumir de una aproximación inteligente a los hechos que acontecieron, a las respuestas de otros, los errores o aciertos.
Me ha fascinado siempre la atracción que tiene el pasado para muchas personas, sobre todo aquellas que han perdido la capacidad de soñar, si alguna vez la tuvieron.
Tras el choque previsto que han supuesto los resultados de las elecciones, el menú se mezcla entre el mensaje del Jefe del Estado por estas Fiestas, la nostalgia y la inseguridad de futuro; juntos producen una sensación de desazón en los ciudadanos, mitigada por los regalos, las comidas excesivas y la ilusión de los niños y todo aquel que cree en los Reyes Magos. Todo este ágape va acompañado de la opinión de los expertos, sin la cual ya no se ni como vivimos.
Dicen que el pecado capital de los hispanos es la envidia, puede ser; a mi me parece que miramos poco al presente y menos al futuro, que estamos anclados al pasado como un trampa en el mar de los Sargazos.
Es cierto que lo llamados líderes políticos, los secretarios generales de los partidos lo tienen crudo; entre otros factores ni están debidamente preparados ni tienen las ideas claras, lo que se convierte en una mezcla inestable.
De vez en cuando, saltan a escena otros personajes, en activo, ya retirados o sin ningún cargo de responsabilidad, que piden que se logren acuerdos en temas realmente vitales para el futuro y el primero es la unidad de todos bajo los mismo símbolos y leyes, que algunos intentan tirar abajo.
En esta asunto no debería haber ambigüedad y no todos son claros.
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