Había leído una entrevista reciente con Leonard Cohen que fue persona que siempre me agradó como músico y escritor; anunciaba que no le tenía miedo a la muerte y que estaba ready.
Cuando su canción So Long Marianne me entusiasmaba, mucho más que la famosa Suzanne, leí su libro The Favourite game. Tiempos de El Graduado, Simon & Garfunkel, de Dylan.
Era un tipo con el cual tenía muchas cosas en común. De hecho años más tarde cuando descubrí que compuso la canción como homenaje a una chica, un amor en la isla griega de Hidra, me di cuenta que también lo del Egeo nos unía.
El reportero se sorprendía de la naturalidad, claridad, tranquilidad y sabiduría con que Cohen hablaba de su muerte y llegó una versión ayer a las Españas diciendo que Cohen se había suicidado. Me extrañó porque no me pegaba nada en él.
Resultó que era una interpretación por libre ante la coherencia de una persona y la sorpresa que produce no tener miedo a morir.
Ese mismo día me preguntan ¿A qué no sabes a quién le han dado el Nobel de literatura? Me dan pistas, me dicen que es norteamericano, pero músico, y acierto.
No creo en los premios, en casi ninguno, hay mucho injusticia. Pensé en aquellos que ya no lo recibirán como Salinger o Bukowski o en Roth, Auster y el gran Cormac McCarthy, que todavía pueden, pero dos americanos de USA seguidos es mucho: me di cuenta que son todos novelistas y hay muchos más yankees que también tienen sus méritos.
Digo que el Nobel de Literatura, como todos, encierra mucho politiqueo y a nivel planetario. En la literatura hispánica los galardonados están muy por detrás de otros que sólo fueron eternos candidatos y alcanzaron otro tipo de gloria más eterna.
Me alegro por Dylan, me cayó siempre bien y todavía recuerdo buscando por Madrid "Like a rolling stone" y en la famosa tienda de discos de Callao, sólo les sonaba un grupo inglés que no eran los de Liverpool y cuyo nombre sonaba parecido.
Los tiempos han cambiado, están cambiando y cambiarán.
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