Siempre he creído que hay por ahí muchas instituciones de renombre, clubs privados prestigiosos, asociaciones restringidas, premios que dan dinero, fama y gloria y pocos, muy pocos, a los que me gustaría pertenecer, seguramente ninguno; excepto el club de canicas de mi pueblo.
Todo se debe a que no creo en los premios, ni en los rankinks, ni en las listas de famosos, ni del hombre más sexy, más guapo u otras hierbas, muchas malas hierbas. Poner a un ser humano es un orden es alterar el orden natural de las cosas.
Es por envidia. Si debe ser por envidia, la razón principal de tener este criterio anti-premios.
Si pudiese encarnarme en George Clooney-Brad Pitt, Messi-Neymar, Isabel Preysler-Vargas Llosa juntitos, el hijo de la Pantoja o cualquiera de grandes logros podría renunciar a pertenecer a un club de admisión restringida, pero siendo una personal normal y corriente no puedes renunciar a lo que no tienes acceso. Ellos son unos incomprendidos.
He hecho algunas ( o varias) cosas en mi vida que no todo el mundo puede hacer y pensando que no sirven de mucho, pero que había que hacerlas para por lo menos poder opinar. No se si es una forma muy inteligente de actuar.
Ahora dicen que Dylan no contesta; no saben si acepta ese premio tan...premio o si pasa olímpicamente con la mejor educación posible. Desde luego es más complicado renunciar que recibir el Nobel. Entiendo a Dylan, pero sólo él y cualquier premiado pueden permitirse ese lujo.
En mi falta de protagonismo me quedo con Groucho y su frase. Esa que dice, más o menos:
"No deseo pertenecer a un club que admite como socio a gente como yo".
Sólo en el caso del Madrid he hecho una excepción.
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