Recuerdo muy bien esta obra del genial Lorca y recuerdo muy bien a Nuria Espert, una dama que me emocionaba en la escena; igual que cuando le oí agradecer el premio Princesa de Asturias ( en los premios no creo, pero en Nuria Espert si y en Lorca más).
Gracias a ella profundicé en el genial granadino y me di cuenta de donde hubiese llegado de no morir tan joven, y el mundo que hubiese mostrado, que hubiese descubierto como cuando se fue de poeta a New York.
Arte, sensibilidad, capacidad creativa.
La mezcla de clasicismo y modernidad, del español y catalán navegaba por el breve e intenso discurso. Doña Nuria recurrió a Shakespeare, King Lear, para hablar en catalán; no escogió un personaje femenino del otro genio, el bardo inglés. Seguramente además de la belleza de las palabras hay que hacer hincapié en los mensajes de Lorca y Shakespeare, del trato a la mujer y del olvido de los desampararados, de un rey que nunca se ocupó de los que menos tienen.
Su manera de leer, el buen uso de su profesión emociona; las palabras de los autores calan hasta los huesos más allá del alma.
Y doña Nuria es catalana de cuna y sentimiento, habla en sus dos idiomas queridos y es educada, culta, inteligente, hermosa y sabia. No lo es en mayor medida por ser de Hospitalet, ni por hablar catalán, lo es por las dos cosas, los dos idiomas, y muchos otros factores añadidos; por su amplitud de miras, por amar a Federico aunque no sea catalán o a Shakespeare aunque sea inglés.
No se limita a la mezquindad de lo pequeño, busca la grandeza de lo universal, al ser humano mejor, allá donde surja en Cataluña, o Granada en England o España.
¿Por qué no hay sensibilidad para un ejemplo tan patente?
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