La mezcla de la política y el fútbol, ancestral como cualquier vicio, es nociva y peligrosa.
Desde hace muchos, muchos años, es casi todo lo que se ha hecho desde Barcelona, la cocktelera de la confusión, la interpretación dirigida o el lavado de cerebro.
Desde los tiempos en que España no era democracia se decía que el FC Barcelona era más que un club y seguramente lo era; ahora puede que sea un club, pero no es un club de todos; el que no está de acuerdo se va fuera.
Desde hace otros muchos años la manipulación de todo lo que gira alrededor de un equipo de fútbol ha ido incrementándose; los directivos que hacían sus manifestaciones de vez en cuando se han puesto políticamente de forma abierta a favor de la independencia; ya no existe para ellos otra opción. Y lo curioso es que con la exhibición, banderas a los turistas y Guardiola en el banquillo rival, el fútbol de un partido de Champions fue extraño.
Los enemigos de Guardiola le restriegan el 4-0.
Yo no vi tanta diferencia, vi un muy hábil Messi (aprovechando demasiados fallos para su calidad extrema) y un estupendo Ter Stegen, además de otros que complementan a buen nivel; vi errores en varios jugadores del equipo inglés que normalmente no se dan a esta nivel.
En realidad, para situarnos en la justa medida, estamos en el mes de octubre, quedan muchos partidos y muchas cosas por ver.
Nunca vi en Guardiola otra cosa que un entrenador, probablemente del grupo de los mejores en la actualidad, pero nada más. Ahora bien esa mezcla de política y fútbol ese totalitarismo que impera en Cataluña les lleva a exagerar, forzar, ponderar al extremo, imponer y acuchillar a cualquiera que se desvíe de la opinión oficial.
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