El Dorado.

La búsqueda de esa leyenda que implicaba diversas variantes provocó, por lo menos, grandes descubrimientos y una película de Howard Hawks, otra brillante obra. 

El director quiso hacer una variante de su excelente Rio Bravo y le salió muy bien, como dicen en "Get Shorty" con Wayne haciendo, com siempre de John Wayne.

En ese Far West del XIX, me da la impresión que las balas, aunque no tocasen hueso, hacían mucha pupa. Sin embargo los dos amigos, valientes, borrachines, veteranos, acaban con muletas en el último plano, dejando en el aire otras aventuras, otros amores, pendientes de que a uno de ellos le extrajesen un proyectil de la espina dorsal. The Duke tenía 57 tacos y Mitchum 50, ahí es nada.

En parte son como dos veteranos del fútbol que acaban de ganar la Champions y esperan repetir la hazaña, lo que nadie ha conseguido. Eso si es un Dorado de verdad.

Edad tienen también los candidatos a las elecciones US y su Dorado es blanco como la casa de Washington. No son dos héroes, como en la película de Hawks, son dos candidatos patéticos que uno de ellos será más votado que el otro y aparecerá en los medios durante los próximos cuatro años. 

De Trump es como si él sólo hablase, su incontenida verborrea, y por su boca apareciesen venablos que le hacen perder votos, nadie se imagina a Trump de presidente. 

A Hillary si se la imaginan como es : "Arrogante a ratos, fría, distante, aburrida siempre", dice un periodista. No lo se si para justificar los asuntos de Bill que deben ser muchos más de los aireados. A Clinton le gustaría que sólo Trump vociferase, ella calladita; sin dar pistas sobre su personalidad, sin hacer nada será presidenta y todo el rollo ese de la primera mujer en el despacho oval.

La pena es no saber lo que harían como película Ford, Hawks, Capra o cualquiera de los maestros. No me imagino a Wayne o Mitchum haciendo de William J. Clinton, aunque haya adelgazado, para eso se ha quedado Alec Baldwin durante unos minutos.

Seguramente en la niñez de los candidatos está la explicación.