Todo transcurría entre tópicos y repeticiones, temas del pasado y ninguna intención de ofender o hacer daño. Me llamó entonces la atención cuando una persona sensible, mujer, en una conversación se queda perturbada por la afirmación de un tercero, en un tema de cierto nivel intercalado entre las vanidades que solemos tocar.
Un hombre dijo: Dudo de todo y además es bueno dudar.
En la película "Angels and Demons", basada en un exitoso libro de Brown que devoré en poco tiempo, lleno de imprecisiones, hay un momento en que el camarlengo, sólo un sacerdote e hijo del Papa, le pregunta al profesor protagonista si cree en Dios; no en las afirmaciones de la Iglesia, sino lo que siente su corazón.
Todo ello ocurre en el despacho papal ya difunto y en pleno cónclave.
El profesor, de iconos y símbolos religiosos, de Harvard, es un intelectual, científico, y buscador de pruebas y hechos verificados, confiesa que no tiene fe, no ha recibido ese don.
Lo cierto es que el comentario sobre dudar de todo me parece de personas inteligentes, porque hay que hacerse preguntas a menudo-principalmente por lo que nadie se pregunta- y no tener miedo.
Sin embargo esa mujer mostraba su zozobra si se hacía muchas preguntas o si perdía el soporte de aquello en lo que creía.
Quizás es que el equilibro resida en utilizar la razón al máximo, como seres humanos con capacidad para pensar, razonar y actuar en libertad.
Al mismo tiempo no se puede obviar que hay algo más que muchas veces se siente y no se es capaz de explicar conforme a nuestros conocimientos.
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