Sin querer he llegado a mezclar el tráfico, con la Reconquista y los austriacos.
En Viena empiezan el año con un concierto que en realidad son tres: el ensayo del 30, el de San Silvestre y el del primero de enero. Las composiciones sobre todo austriacas, siendo Austria un país cuanto menos curioso y de gente muy suyas.
Hay tortas por ir al concierto, sorteos y pesa el ser alguien importante o relevante.
Conocí a una persona que fue y le fastidiaron, le hicieron polvo tras un comentario, porque le consiguieron, con mucho enchufe, una entrada y tuvo que ir a esa ciudad tan bonita y fría como "The third man", sin Welles.
Recuerdo que antes, en mi casa, era un acontecimiento en la televisión y el locutor sabía mucho de música y siempre salía Viena con un sol radiante y los caballos de la Escuela Española de equitación.
Este año lo oí casi entero en diferido después de una larga sesión de aguas termales y sauna, dirigía Dudamel, joven director de gran prestigio.
Me quedé dormido por el bajón en un balneario del medio de Castilla, la del Mío Cid.
Al acabar en alguna cadena dieron los números sobre los accidentes de coche que han aumentado en España después de mucho tiempo a la baja.
Volví a dormitar.
Sin saber porqué iba conduciendo a otros lugares. Mi cabeza luchaba contra el peligro que representa el automóvil, el coche, todo lo que va por las carreteras, y la manera tan estúpida de morirse, matar a alguien o quedarse paralizado para el resto.
El hielo, la lluvia, las primeras horas, el atardecer, los peligros, todo iba de un lado para otro de San Esteban de Gormaz al Burgo de Osma, de Vivar a la catedral de Burgos, de Peñafiel a Aranda y Rodrigo Díaz en el Babieca de turno de un lado para otro, con el único peligro de aquellos que fuesen contra su señor.
Antes de despertar creía que me tocaban con una espada como para armarme caballero y es que otro canal mencionaba los nuevos sir/lady nombrados por la reina de Inglaterra, que ahí sigue.
La vida sana te lleva a soñar cosas muy raras.
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