viernes, 21 de noviembre de 2014

La España de charanga y pandereta.

Es imposible no ver lo que ocupa a los españoles, es casi imposible no reflexionar sobre como reaccionamos los españoles a lo que nos ocupa. 
Todo lo que es, lo que aparece en los medios de comunicación y depende de cuales sean estos medios, su tendencia, su perfil editorial, está lleno de nuestra idiosincracia.
Los ingleses hablan de una duquesa fallecida, extravagante, que vivió la vida que quiso vivir o ponerse el mundo por montera que diría un castizo. De la Pantoja no dicen mucho. Nosotros opinamos de otra manera y mira que opinamos, porque se repiten los argumentos una y otra vez hasta construir una historieta.
Entre los de Alba y los Pantoja deduzco lo que de verdad preocupa a los españoles, lo que nos duele y como justificamos, sobre todo como justificamos, como describimos los hechos. 
Desde la vida amplia de una mujer aristócrata, apreciada y no se si conocida bien, en el fondo y a través de los años, en sus distintas fases, hasta la tonadillera, que nunca me vendió un CD y que tiene muchos adeptos, va desfilando ante mis ojos la España misma de Don Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel.
Nos falta gente que ponga las cosas en su sitio que diga las cosas como son. Nos falta perspectiva, sentido crítico (la crítica siempre tiene connotaciones negativas en nuestro idioma). Usamos la técnica difuminada de los paños calientes hasta que nos cebamos con el individuo y exageramos incapaces de un equilibrio. Así somos en la mayoría de los medios, los tertulianos o los que hablan (los que escriben se lo piensan dos veces). Lo que se discute en un bar, un despacho, un mercado, lo trasladamos a cualquier foro.
Me pregunto si España duele, si aquellos de finales del siglo XIX lo sentían en el corazón. Si pudiese hablar con el Marqués de Bradomin ¿Qué me diría?

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