sábado, 28 de septiembre de 2019

Cara al Báltico.

He mencionado a varias personas, que estoy leyendo la segunda parte del libro de Ian Kershaw, no se si mucha gente lo hace. Da para hablar. 
Un historiador como éĺ, que estaba en Berlín aquel 9 de noviembre y se perdió la caída del Muro, tiene mucho que decir y contar. Desde 1950 hubo guerra en Corea, Guerra Fría, revoluciones, presidente US asesinado, candidato hermano, otros políticos también muertos, secretarios generales en Moscú, hubo construcción europea, Alemanias divididas, Pacto de Varsovia, terrorismo, y cambios de pronto, con la contribución de Gorbachev, en mayor o menos mérito, pero decisiva. Ahora en Tallin, Estonia, veo una ciudad medieval, que sería un casi pueblo si se fuesen los turistas. Una de esas tres repúblicas que querían vivir tranquilas lejos de las influencias de Moscú. Han cambiado, hemos cambiado. En medio de un té con internet y el libro de Kershaw me da por pensar como fue posible que tantos fuera del Telón de Acero pensasen en el paraíso comunista, como una verdad irrefutable. Timaron al personal, exterminaron como otros, se aprovecharon unos pocos de unos muchos, se extendieron por todo el globo y en medio de su hundimiento todavía hay gente que se cree el cuento de Lenin, Stalin u otros de menor categoría. En España hay gente que se lo cree como aquellos con los que viaje a la Unión Soviética en 1981, algunos en viaje de novios.

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