sábado, 7 de septiembre de 2019

El lejano Oeste.

Saben que me gusta el Oeste, la culpa es de Ford y otros, principalmente. El territorio que va del río Grande a las llanuras del Norte, del Mississippi al Pacífico es enorme, aquí le llaman The West. Hubo un tiempo en que los españoles desde Mexico decidieron enviar arriba misiones que colonizasen, bautizasen, lo que hoy es California y otros estados. Los ingleses y franceses bajaron desde sus latitudes norteñas. Unos paisajes, naturaleza, maravillosos. Los indios nativos, en medio, vieron cambiado su estilo de vida, su civilización, su futuro. Hoy todo eso es una gran extensión llena de naturaleza, riquezas y un poco de lo mismo. Mientras veía el documental sobre el Oeste me hablaban de un negocio en Madrid, que cierra después de más de 100 años abierto, exitoso y activo. Me comentaban que cada vez se parecen más todas las ciudades con esas marcas de comercios que están por todas partes, esos grandes negocios, franquicias. Nada nuevo me digo, es parte del sueño americano, de hecho sus ciudades son todas similares, hasta las calles o avenidas tienen el mismo nombre. Y quizá resulte que las personas del hemisferio occidental, del próspero y rico norte, somos cada vez más iguales, en todo lo externo y puede que en lo interno. El individuo se ha ido mitigando, absorviendo, confundido con otros indiviuos. Esos son los precios a pagar en estos siglos de progreso. O quizá nos falta perspectiva para analizar nuestros propios actos con nuestras limitaciones y condicionantes.

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