lunes, 14 de diciembre de 2020

La niebla y el hielo pegado a la carretera.

Un día de diciembre de hace ya algunos años, aunque dentro de este siglo XXI, murió mi madre. Ya me habían avisado que estaba mal, yo había constatado el fin de semana anterior su gravedad, ante unos profesionales de paliativos que no se explicaban como aguantaba. Un viernes, sin billetes de avión, condiciones típicas adversas en Zaventen, decidí coger el coche e intentar llegar a su despedida de este mundo, en el cole decían: " Brouillard et verglas, voilá...". En un garaje de Bruxelles, con mucho frío, nieve en las calles, a la 1.05 pm, sonó uno de esos móviles que siempre suenan, me dieron la noticia. Aún asi me subi en el coche y salí, si llegaba, llegaba, no forzaría, lo intentaría. Pronostico de tiempo incierto, sólo con botellas de agua a mi lado, pasé el Peripherique de Paris con  su excesivo atasco habitual, no  me podía parar, las pasé canutas. A las tres horas fui a un cuarto de baño, siguientes paradas cada dos, no se cuantos café tomé, paraba a echar gasolina o un pequeño descanso, mientras repasaba la vida con mamá. Cerca de Tours compré un pack de Louis de Funes en francés que nos gustaba a los dos o a mi más. Llegó Bordeaux, no me detuve, la frontera, el país Vasco, siete bajo cero, recordaba mis momentos con ella, bajo el cielo estrellado, sin hielo, protegido, afueras de Burgos. Dejé de tomar cafés, ella viajaba conmigo, prudente. A las 6.10 am. llegué a casa. Me eché. Fui al tanatorio, triste lugar, al cementerio, la Almudena, di las gracias a todos. Volví a su casa con mi hermana, me hizo un sandwich con patatas fritas de bolsa de las que compraba mamá, yo quería seguir hablando con mamá, elegí "Bienvenido Mr Marshall", recuerdo la voz de Fernando Rey, me desperté un poco con la canción, entre sueños, luego con los títulos finales, mamá estaba en otro sitio, seguramente riéndose de mi.

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