miércoles, 6 de octubre de 2021

Aquel trueno vestido de nazareno.


Me he llevado pequeñas alegrías, leyendo algunas entrevistas, publicadas en estos medios que nos informan o desinforman, me he deslizado por el camino de las reflexiones; me he identificado, escuchando a alguno de los personajes citados a continuación que poco caso me hicieron, si coincidí con alguno en otra vida, llegué a hablar unas palabras en locales nocturnos sin trascendencia como un mosquito que se posa en un elefante. La hija de Paco Rabal habla sobre todo de su padre, Lineker de jugadores de fútbol a su estilo; Kobe Bryant, sin estar vivo, creo que contribuye a que se retire la camiseta de Pau Gasol en LA, Sabina dona un legado intelectual escrito y bombín. Estos personajes dispares hablan del pasado, el inglés nunca me cayó muy bien; el más rompedor dice que no ha sido padre ejemplar, ni marido ejemplar, pero siempre fiel a sus amigos, me hace pensar en que lo esencial de cada uno es ser honesto consigo mismo, aunque te equivoques una y otra vez. Luego vienen el reconocimiento, premios, ascensos recompensas que leían en mis años jóvenes. Veo a la gente envejecer, tocados por el tiempo, vida, circunstancias y hábitos, fenotipo y genotipo, la naturaleza va cobrando sus peajes, suponiendo que no haya enfermedades decisivas, el personal mantiene sus pautas mientras pierde facultades, siempre fué así. Al final queda lo que cada uno ha hecho, como lo ve, como se comportó, su dignidad, cuando has escrito un libro, tenido un hijo, plantado un árbol, dice Sabina, ya algo has hecho. Mi primer libro lo escribí en 1981 en un sitio frustrante, el primer árbol que planté fué un pruno de Belmonte en 1986, sobre los hijos ellos saben lo que pienso, una bendición total, entre libros y árboles. Quizá vivimos demasiado, haciendo poco.

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