Confieso, con tristeza, pesar por no poder opinar de ellos, que no conocí a mis abuelos, me refiero a los padres, si conocí a mis abuelas, sobre todo a una. Los dos debieron ser tipos distintos, circunstancias dispares, no vivieron como ahora se vive tantos años, incluso a pesar de la covid; eso si uno de ellos, el de vida intensa, con muchos combates de muertos, muchos años, guerras, cárceles, murió entre una mezcla de heridas, tres muy serias, y sufrimientos, aunque dejó un chaval de menos de cinco años, el otro murió sobre todo porque fumaba como muchos de su época, mi abuela fue su segunda mujer con la que tuvo 8 hijos. Ambos fueron prolíficos en cuanto a descendencia. Yo llevo los nombres de ambos aunque sólo uso uno, excepto en los papeles oficiales que copian los de la partida de nacimiento. Una de mis abuelas algo me habló se su marido, algo le dolía, rezaba mucho por él . De uno tengo muchos papeles oficiales, relatos de causas generales, condenas a muerte, historiales, da para el libro que ya escribí o las novelas sobre un personaje que me inspiró, del otro nada. Lo importante, el poder reconocer su voz, su olor, piel, como contaba sus cosas, humor, complicidad, todo eso queda en nada, irrecuperable. Los abuelos son buena gente, que siguen dando el callo, se ríen con sus nietos, les consienten, se ven liberados de la responsabilidad, disfrutan, algo han aprendido, no les queda mucho tiempo pretenden aprovecharlo, en ocasiones se quedan dormidos, repiten batallitas, no entienden de que les hablan; su labor es impagable, son generosos; de vez en cuando ven en sus nietos algo suyo, mismos defectos similares virtudes
martes, 25 de enero de 2022
Siempre en el equipo de los abuelos.
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