Debo reconocer, una vez más, que no soy parcial, tengo ese ADN, lo he vivido desde pequeñito y no he conocido otra cosa.
Crecí con un equipo que ganaba todo, a veces con fortuna y siempre con pelea en el campo y buenos jugadores, nadie regalaba nada. Cuando acudía, sin tener altura física, a Chamartín, con más de 100.000 personas, casi siempre ganaba y muchas veces por goleada en Liga y Copa de Europa; en la copa del Rey perdíamos en nuestro campo finales, varias veces contra el Atlético de Madrid, y no conseguía ver entregar un trofeo a nuestros jugadores.
El himno de siempre mencionaba sin yo entenderlo de lo que se trataba: "noble y bélico, todo nervio y corazón, veteranos y noveles,... mocitas madrileñas, cuando las mujeres no iban tanto al fútbol,... enemigo en la contienda, dar la mano cuando pierdes, sin envidias ni rencores,...."
Yendo a otros lugares constaté que ganarnos es lo máximo para cualquier rival, dentro y fuera de las Españas, tenemos que saber eso y sobreponernos porque se motivan demasiado contra nosotros. Despertamos envidias y odios junto al cariño de otros.
Somos el rival anual a batir, una victoria contra nosotros soluciona una temporada para los demás. He aprendido a no hablar de los árbitros ni encontrar justificaciones exteriores, ni moviolas ni partidos arbitrados a posteriori.
Somos un club de fútbol de dimensión mundial, referencia ( aunque les duela a los ingleses) con altos y bajos, errores y aciertos, caídas y remontadas y casi siempre estamos ahí.
Nuestro estilo depende de nuestros jugadores, nos gusta la velocidad, la clase, el dominio de la pelota, la solidaridad, y sobre todo el afán de ganar títulos y no rendirnos en las vicisitudes que encierra una temporada o un simple partido. Nuestros planteamiento es sencillo, como el juego.
No amamos en exceso la teoría ni la perfección en el estilo, consideramos que cualquiera es válido y hemos sufrido con rivales que sabían buscarnos las cosquillas y que también contaban con excelentes jugadores o técnicos muy capaces. Cuando veo a las nuevas generaciones de alevines, infantiles o juveniles contemplo a chavales con mucha ilusión y estilo, soñando por jugar en el primer equipo, sabiendo que la historia demuestra que muy pocos llegan.
Hay otros, muchos, equipos, pero no es lo mismo.
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