Hace como diez años me tragué el debate N. Sarkozy y Segolene Royal, me lo tomé como una gran clase de francés. La impresión al final fue que Nicolas iba a arrasar, no tuvo necesidad de hablar mucho, sólo poner caras de estupefacción ante las cosas que decía la candidata; luego el tal Nicolas no ha acabado muy bien.
Ayer hubo otro debate entre candidatos, a la presidencia de la República, lleno de ataques por parte de Le Pen, como si fuese su última oportunidad de llegar a su destino, del cual supongo se comenta mucho en casa, desde que era pequeñita; contestaciones estupefacto por parte de Macron que parece más bajito que ella. Creí que se iba a levantar y pegarle, él aguantaba.
Mandó flores "preparadas" al candidato Macron, dardos al estilo Trump, sin proposiciones reales, sin aclarar el gran asunto que es el futuro de Europa, o de la Unión Europea, que según ella está en manos de Merkel, la mujer que verdaderamente manda en la Desunión.
El sexo en Francia siempre ha sido un privilegio de los dirigentes, un arma, una razón para vivir o transcurrir.
El sexo ( varón o hembra), no el de las películas, se convierte hoy en un tema de elecciones por varias razones: la llegada de las mujeres al poder, el voto femenino, y quizás porque los hombres, cansados de cagarla, han pensado, ahora os toca a vosotras.
En el caso de Macron se convierte en tema político el hecho de que su mujer sea 25 años mayor que él y unas piensan que ya es hora de que las mujeres elijan jóvenes (están encantadas) y no al revés, y otras que se convertirá en la influencia en la sombra ( como pasa en cualquier casa que se precie).
El padre de Le Pen, la mujer de Macron, el caso es que de sustancia se habla poco.
De todas formas ya lo dijo el poeta: "es tan gay ( no dijo esta palabra, lo hago para ser políticamente correcto) que hasta se cree que manda en casa". Al menos en la Europa Mediterránea.
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