El director del FBI es un puesto institucional de suma relevancia; lo han ocupado pocas personas en su historia y ya todos conocen a Hoover y sus poderes. Normalmente no es bueno que políticamente se hable mucho de este personaje, este cargo, porque son indicios de algo que no funciona bien.
En tiempos de Nixon, de Watergate, hubo muchos rumores sobre la personalidad de Garganta Profunda, (que guiaba sabiamente la investigación de los periodista del Post) y luego se ha confirmado que era el Deputy Director. Algo lógico, porque tenía que estar bien informado.
Ergo, que diría Descartes, aquí pasa algo.
Podríamos preguntarnos que cualidad es más importante si la lealtad o la honestidad, además de otras perlas humanas e intelectuales que atesoren los candidatos.
Desde luego como servidor público debe ser honesto, al igual que el presidente o cualquier otro cargo de la Administración. También debe ser leal, pero su independencia es fundamental.
No son aguas tranquilas, llenas de condición humana o cloacas que apestan, y no es fácil moverse. Se precisa determinación, discreción y dar explicaciones a quienes corresponda.
Hay una cosa que es segura, el presidente se explica muy mal.
Tiene derecho a cesar al director pero debe explicarse; no puede quedar en el aire (aunque sea política de sus rivales) que le estaban investigando y menos por ese oscuro-ridículo-mediático asunto del espionaje ruso que parece una película de Bond sin glamour ¿Que demonios se espiaba y a quién?
Aunque ya se que los rusos espían a todo el mundo...por si acaso. También me sorprende, con la cantidad de gente preparada en los USA, que no aparezcan en el entorno de la Casa Blanca algunos que sean capaces de ponerse delante de un micrófono y mostrar coherencia y credibilidad.
No tengo dudas sobre la verdad, saldrá a relucir tarde o temprano, pero el camino y los detalles pesarán como una losa si no se actúa a tiempo.
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