viernes, 8 de enero de 2021

Faid Samin

Hacía tiempo, no recuerdo cuanto, que no veía nevar en Madrid con esa fuerza, que cuajase, como para hacer muñecos en parques,  sigue nevando, el amanecer es impresionante, hay algo de hipnotizador en la nieve, debe ser el color; luego cuando sales dificulta la vida en la ciudad, hay que ir con cuidado, el hielo, los resbalones, aunque hay personas que lo sufren más. Me mandaron un chiste, como a todo quisqui, como si fuese una comunicación de Hacienda que somos todos, donde una figura celestial de barba blanca nos avisa, un tanto enfadado, que este temporal es para que nos estemos quietos, en casita de una vez. Bueno es una gracia, el problema es quién no tiene casa . Hoy he recordado otra visión, no de nieve, sino de un niño, el cuerpo de un niño, enfermo, desnutrido, su expresión con vida todavía, pero sin ella. Una foto, video, un niño de siete años con parálisis cerebral en Yemen, en medio de una situación dantesca, pandemia, enfermedades, guerra, pobreza, pesa siete kilos, da  vergüenza, sus lloros sin lágrimas, su destino, no será el único ni en Yemen ni en otros lugares aunque como seres humanos nos quedamos perplejos, no hago nada. El niño va a seguir, siempre habrá otro niño otra persona, porque hay injusticia, no es un mundo ideal, lo importante es lo que he hecho, hago como individuo, no puedo estar satisfecho. No me han mandado chiste del anciano de la barba blanca que ve la nevada, a todos los niños del mundo, a todos los que sufren, a raíz de la pandemia o por cualquier otra causa y no sé porqué me he acordado de la película "Marcelino, pan y vino", con Pablito Calvo que me daba miedo de pequeño.

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