Parece mentira como el comunismo ha caído en el olvido, muerto de pronto, enterrado sin honores ni arrepentimientos. Sobrevive en la grandiosa China, en la curiosa Cuba, en la pobrecita Bolivia o en la convulsiva Venezuela, y en los deseos de mantener el escaño de algunos
Al menos olvidado relativamente, ya que desde 1917, y antes, hasta 1989, y poco después, su inteligente y hábil sistema de propaganda lo puso en boca de todos. Incluso hubo países europeos donde era "cool" ser comunista y si eras mujer y no usabas sujetador, pues mejor. Ahora el Papa Francisco dice que el comunismo ha robado a la iglesia católica la bandera de los pobres.
Nada novedoso. Desde luego lo hizo hace tiempo en toda Sudamérica, donde en medio de la vida hippy anti-Vietnam y los movimientos de los sesenta, se cantaba a un Jesucristo Superstar y se decía que aquel que muchos creen como Hijo de Dios fue el primer hippy o el primer comunista que vivía en una comuna.
Al Hijo de Dios se le ha utilizado para muchas componendas, según interesaba o interesa, pero en su autenticidad siempre estaba al lado de los pobres, de los que más sufren, de los más necesitados. Sencillamente porque su reino no es de este mundo. Su bandera es por lo tanto la bandera de los pobres, la lucha contra la injusticia y la desigualdad.
Desgraciadamente el comunismo fracasó, la revolución falsa derrotada. Fueron sus propios autores lo que fracasaron al ponerlo en práctica. En esas "comunas" de la URSS, y otros países, unos cuantos vivían muy bien y tenían sometidos a la mayoría con el pretexto de velar por ellos, el gran camelo universal. Entonces los éxitos deportivos permitían desviar la atención, en el fondo como ahora, y es que el ser humano es muy complejo para cambiar en sólo 2000 años.