viernes, 20 de junio de 2014

El poema del Mío Cid en nuestros días.

Los acontecimientos de estos días dan para mucho hablar y escribir. Se habla de 1975 y 2014, como se hablaba de la Guerra Fría y el peligro de una confrontación nuclear basándose en la experiencia de Hiroshima y Nagasaki, aparentemente cuestiones relacionadas, pero que poco tienen que ver. Me temo que los descendientes políticos de 1978 piensan que allí, en el consenso constitucional  sólo se congelaron los asuntos.
El problema no es del rey, el problema es de los políticos. Incluso cayendo todo lo bien que se sueñe y siendo todo lo receptivo que se desee, ¿van a cambiar esos políticos de Cataluña, del País Vasco, o los que  contagian por no se qué necio efecto, que tienen una idea única desde hace mucho tiempo? ¿Cómo puede una personalidad sin poder político influir, sin tomar decisiones políticas?
Cuando se acaben las críticas sobre malos comportamientos, los lamentos por formas equivocadas de entender la vida, los malos ejemplos, las influencias nocivas, cuando la justicia de la sensación de cumplir, ¿Llegará la cordura a esos políticas que elevan propuestas en nombre del pueblo ? o ¿A esos otros que proponen referendums constantes para decidir todo? ¿Se dedicarán los políticos a solucionar los asuntos que preocupan o se perderán en la marasma de versiones que ocupan la mente y decantan las votaciones útiles a sus poco edificantes fines?
Lo malo es que no es fácil formar a un político. Contemplen el panorama.
Es mucho más sencillo educar a un príncipe y convertirlo en un rey con las aptitudes necesarias para comportarse dignamente en los tiempos que corren  ¿ Qué puede hacer Felipe VI? Ya no es como en el cantar de Mío Cid. Ahora hay que decir
"¡ Dios, qué buen rey ! si tuviese buenos políticos"

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