lunes, 23 de enero de 2017

La lluvia.

Dice la canción que nunca llueve al sur de California, sera cierto, pero hace días que los cielos se han abierto para regar de agua a los hombres o mujeres, incluso las que se manifiestan contra el nuevo inquilino de Washington. 
Se hace raro tanta agua.
Sin embargo en este lugar, tan preocupados por el medio ambiente, tan sanos, y contaminantes en el pasado, tan arrepentidos, el agua es un bien escaso, precioso.
Es bueno, fantástico, en medio del desierto, de la sequía, que los cielos se muestren negros y amenazantes. Lo curioso es que te sientes extraño, tan acostumbrado al solecito.
Sera que los tiempo son raros.
No oigo a muchos quejarse por recibir tanta agua. 
Esas prendas de ropa que nunca se ponen, salen a pasear de los armarios; los homeless han desaparecido de las calles desapacibles, sin embargo sus problemas siguen agravados por temperatures mas bajas; los parques tienen barro y palmeras caídas; los bomberos trabajan a destajo y haciendo mucho ruido.
Después del temporal llegara otra vez el sol y la rutina de esta tierra, nos espera una final de futbol americano y las nominaciones para los Oscars.
No veo este ciclo anual con grandes películas, el nivel no me parece muy alto, como casi todo lo que ocurre en estos días, mediocre.
Supongo que las energías se dedican a preparar los improvisados discursos contra Trump.

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