domingo, 11 de junio de 2017

La muerte no es el final ni puede con nada.

Una noche calurosa, de esas que las terrazas no paran de bullicio, la gente iba y venía, la actividad en las calles no denotaba la hora que era. Esta madrugada he visto la muerte de cerca y no la he sentido.
Un cuerpo ya sin vida, una mirada clavada en el infinito, el frío que se acerca y la paz del silencio. Nada más en aquella habitación se hizo el vacío.
No he sentido la presencia de la muerte.
De pronto me ha parecido que los cuerpos inertes son solamente eso, cuerpos inertes. 
La vida había partido y lo que quedaba allí era materia que iba a comenzar, o había ya iniciado el proceso de descomposición. Todo esto es físico, químico, médico,  humano, natural y sin embargo me dió la sensación de que en efecto la vida había volado. 
¿ Dónde va la vida?  
¿ Hay alma?  
¿ Dónde va el alma?
Los que aquí seguimos, continuamos con nuestras actividades.
También pensaba en las enseñanzas recibidas y en como se lo toman todos mis compatriotas que son cristianos y que creen que esto no es el final. Nos da pena que se muera alguien, se vayan seres queridos, muy queridos o incluso no tanto.
Sin embargo tengo la sensación que no aprendemos bien las enseñanzas; que a la hora de la verdad el mensaje de nuestra fe no lo ponemos en práctica, sumidos en nuestros miedos, recuerdos y frustraciones.
Las castañuelas se rompieron cuando me quedé solo.

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