sábado, 23 de septiembre de 2017

La conjura de los necios.

Un gran libro, una novela, con ese título, que me leí de un tirón, riéndome en medio del drama o de la tristeza de una vida, la única que tenemos. 
Su autor, como saben, no escribió más y se suicidó. Su madre consiguió que la publicasen y ganó el Pulitzer.
También hoy ha fallecido alguien que me caía bien, de repente sin previo aviso y me han entrado ganas de escribir que las personas adultas me aburren y me he contenido. 
Sería una generalidad porque no en todos los casos es así. 
Cierto que en los adolescentes, sobre todo, que muestran una cierta "originalidad", que no aceptan lo primero que oyen o leen, que se preguntan cosas, percibo cierta esperanza. Los adultos creen saberlo todo, cuando pocos sabios en el mundo ha habido que acaparasen verdadera sabiduría. 
Sobreviven resignados a los avatares diarios, en general, felices de haberse conocido. Si vas a una fiesta, copa, cocktail, o como se llame, con un conjunto de esos adultos empiezan como en los grupos de whatsapp a darle vuelta a los asuntos noticia en un torbellino de sin sentido repetitivo.
Quizás el que conduce en sentido equivocado es uno mismo.
Desde Madrid veo como se trata el tema de lo que sucede en Cataluña y me entristece que no haya mucha empatía, en una cuestión ya lejana. 
Al mismo tiempo contemplas las imágenes, fotos o la pequeña-peligrosa pantalla, con la sensación de que "todos" los estudiantes han dejado de estudiar y protestan en la calle.
El pueblo está en la calle esperando por mucho que se invoque el sentido común, respeto a la ley y Estado de Derecho.

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