miércoles, 11 de septiembre de 2013

El inútil hispano.

Trato de entender en espíritu del Hispano, más en estos tiempos de globalización y zozobra económica, preocupación y malos vientos separatistas. Época de destrucción, no sólo de empleo. No sé si tiene un espíritu definido, este ser ya veterano en años.
Creo adivinar como nos perciben desde fuera, sobre todo los que hablan nuestra lengua, porque en inglés muchas veces no nos entienden o no interpretan. En un mundo un tanto superficial sin duda, hedonista y muy egoista.
Damos la sensación de trabajar poco, falta de seriedad, país corrupto, tramposillo, de fiesta permanente, alegre y frívolo. Inconstantes, flojos, conformistas. De creerse  que los demás son menos listos. De falta de resolución y compromiso para resolver nuestros problemas reales, de concentranos en pelear lo absurdo. No nos consideran fiables. No nos toman en serio, excepto a Rafa Nadal u otra individualidad. 
En esta última decada hemos recuperado todas estas opiniones y tópicos muy negativos.
¿Es verdad? ¿Son justas las apreciaciones? ¿Cómo reaccionamos?
Al Hispano no le agrada que se le corrija, que le llamen la atención (seguramente la reacción de cualquier humano). Es orgulloso.
De pronto se da cuenta que pueden tener razón los demás. Se viene abajo, se desmorona, se deprime y reacciona diciéndose que es feliz y los demás no lo son. Que la vida es otra cosa. Que cuando alguien toma un café con leche aquí alcanza un estado de transformación íntima y gloriosa.
¿Cuál debe ser la reacción? ¿Cómo mejorar, sin perder personalidad, idiosincracia? ¿Cómo cambiar la imagen?
Los de cierta edad lo tienen duro. El jóven ( y no me refiero al que la gente, medios, llama jóven y resulta que va a cumplir cuarenta) es la clave. Tiene que aprender a ser autocrítico sin deprimirse. A afrontar la realidad sin complejos. A luchar con valor y espíritu sin necesidad de que te invadan.  A ponerse el mundo por montera, de vez en cuando; aunque los toros quieran prohibirlos en todas partes. A ir por la vida sin miedo, porque los peores no somos.

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