martes, 3 de diciembre de 2013

El jardin de las delicias

No veo programas en la televisión. Cuando voy al gimnasio y no queda otro remedio en las cintas de correr, que tele o música, constato la realidad nacional. Me veo rodeado de nombres que son similares, pero pertenecen a personas diferentes, Kiko, Quico, Paquirrín, Ana Rosa, José Fernando, ya nadie se llama Paco o Pepe o Juanito. No sabía si era una telenovela sudamericana o una realidad de alto voltaje intelectual. 
Lo mezclan con gente en cárceles, salidas de cárcel, casos en fase de investigación y hábiles investigadores, con una tal Susana, que informan a un público muy interesado sobre crímenes, padres que matan a hijos y grandes incursiones en la mente de gente tan prestigiosa. Al parecer forman parte de un esperpento nacional que vende y tiene sus adeptos, como aquel gran periódico llamado "El Caso"; también cuentan con una cantera y muchos seguidores, que les ven como ídolos en un sentido u otro. El mundo de las leyes es muy respetado porque la actividad en los juzgados es intensa. Es hermoso, pátetico, pero lucrativo, sobre todo intelectualmente.
Hay persecuciones con alcahofas en forma de micrófono y los perseguidos tienen que hablar. Los importantes indicentes ocurren en estaciones de tren o aeropuertos, el AVE y la T4 son como el teatro de los sueños. A veces no contestan pero les hacen preguntas porque su obligación es preguntar, normalmente son preguntas difíles de responder y que tienen su miga.
Y luego cuando no puedes más, (porque estas corriendo agotado, no porque te cansen programas tan instructivos e interesantes) haces eso llamado zapping y das con un político que no responde a las preguntas, que no ofrece soluciones, que se ha aprendido una cosa y la repite y repite porque sus asesores le han dicho que hace daño a sus rivales. En una asusencia total de ideas o alternativas.
Y me doy cuenta que siempre ha sido así, que la oposición siempre ha sido así, que tiene menos contenido el político que los otros programas y quiero hacer zapping, salir de allí, y ver si doy con una peli de Capra o Ford y tengo que pulsar el botón de emergencia porque casi me mato. Antes de desmayarme había un cartel en una de las pantallas que decía Salvamé de Luxe y pensé que podía morir tranquilo, porque me rescatarían.

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