jueves, 20 de octubre de 2016

No seamos ingenuos.

Reconozco que si estuviese en la disyuntiva del partido socialista, en las Españas, reflexionaría mucho sobre qué hacer, cómo opinar en esa reunión del comité federal y cómo reaccionar ante los resultados de la discusión.
Si en lugar de las Españas, hablásemos de España, no dejaría de ser una pura cuestión de estrategia política, es decir  adaptarse a unas circunstancias, unos resultados electorales y la posible composición del hemiciclo. El partido más votado debe intentar gobernar, tener esa oportunidad, y la abstención no es apoyo, ni estar de cuerdo con todo. Luego en la oposición llegará la oportunidad nueva de ser el más votado.
Sin embargo lo que condiciona todo no es simplemente que se necesita un gobierno para que el país empiece a funcionar con normalidad, ni la necesidad de unos presupuestos, ni las imposiciones de la Desunión Europea, los compromisos y el euro: todo esto es importante, pero lo grave, el meollo del asunto, es que las distintas opciones u opiniones están condicionadas por la presión independentista que, ahora mismo, tiene su mayor desafío en lo que ocurre en Cataluña y como unos y otros se posicionan  ante el reto. 
El PSOE es lo que se llama un partido histórico de España, un partido de principios democráticos, que defiende la libertad y unas cuestiones  que son comunes a los que creen que la mejor forma de convivencia es alejarse de cualquier totalitarismo. 
Hay que aceptar lo que opina o vota la mayoría, las reglas. 
En Cataluña, por diversas razones, principalmente la labor de zapa y derribo durante muchos años de convivencia constitucional para saltarse las reglas de esa convivencia aceptada por todos, se impone un sentimiento totalitarista; nos hallamos en un momento crítico.
Se decida lo que se decida, se vote lo que se vote el fin de semana el problema fundamental sigue sin resolver.
Es preferible el enemigo de siempre al converso enemigo de ahora. Me pregunto si es cierto, si se puede aplicar en permanencia. Esto lo dijo alguien para justificar su posición política hace muchos años; un político que pretendía justificar su actitud y decisiones en la historia reciente de España. Seguramente también es cierto que lo mejor es no tener enemigos; no querer tener enemigos es comprensible, aunque debemos pensar en las no tan sanas intenciones de todo el mundo.

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